Un videojuego que, a pesar de no ser perfecto, es inolvidable, memorable y con mucha personalidad.

Nos sumerge en un mundo vivo, con una historia llena de detalles, contada a través de un chico que empieza su aventura siendo transportado al mundo digital de un videojuego llamado Narita Boy.
Este mundo —el videojuego dentro del videojuego—, ha sido creado por un personaje peculiar, sobre el que iremos conociendo detalles a medida que avanzamos.

El desarrollo de la aventura mezcla mecánicas de exploración —que permiten contemplar el increíble mundo pixel art, donde cada estancia es única y cincelada a medida—, puzzles basados en símbolos y colores integrados con la narrativa y un combate placentero y dinámico.

Por si no fuera poco, la obra está acompañada de un apartado sonoro que encaja a la perfección, ayudando a la inmersión y potenciando todas las virtudes del videojuego.

Con una duración de entre 7h y 9h, este homenaje a los 80 no deja indiferente.
Sus pequeños defectos, que podrían achacarse a la falta de ritmo inicial, el exceso de inercia en el salto y algún momento de backtracking repetitivo, son compensados con creces con sus virtudes.

Nota: 9/10

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