He sido convocado por el clamor pastafarista del fantasma errante, quien en mis sueños acarició mi cuello y mis nalgas con sus tentáculos aceitosos bendecidos por salsa boloñesa, macerada en el más allá, salpicándome pedazos de viles albóndigas sicilianas y haciéndome llegar sus visiones.

En mi sueño, se me presentan miles de imágenes con mensajes crípticos, donde el Spaghetti Volador toma control de mi cuerpo y en su labor reúne todas las religiones del mundo en una misma: el pastafarismo.

Al tocarme con su apéndice gelatinoso, todo mi cuerpo mortal se funde como una lámina de queso chorreante hasta llenar un charco gigantesco con mi ser, convirtiéndose en una masa expansiva de pasta y exquisitos fluidos que se asimilan a la mantequilla, moldeados a su vez en un ovillo de espaghettis; fuertes como un bloque de acero, flexibles y bajo mi discreta opinión, muy fornicables.

Es entonces cuando esta deidad me susurra miles de cosas viles, sucias y perversas al oído, todas ellas en italiano, ninguna de ellas que yo entienda con entereza. Por suerte hablo español así que traduzco la mayoría de sus mensajes pastafaristas sin complicaciones.

Uno de esos mensajes me caló profundamente: "HerNo, tienes que escuchar a Fabián Show y Pichirica, ellos fueron mis aprendices y recibieron la bendición de los 7 Latigazos Flácidos del Placer Spaghettinoso, gracias a mí, su música es un mensaje celestial que aún se escucha en restaurantes de todo el país"

Fue entonces cuando comprendí mi verdadera misión: encontrar al único integrante con vida, y recibir una copia del documento sagrado del Bolognese, un escrito profano que data del año 2008 y contiene todas las revelaciones que me permitirán comprender nuestro lugar en el mundo culinario y pastafarista.

No me detendré hasta que no quede ningún italiano e italiana sin un plato de spaghettis en la mesa. Hoy a 17 de octubre de 2024 dejo este escrito sagrado para la posteridad, y me sublevo contra el mandato del fusilli, el tortiglioni, el farfalle, y todos sus sinónimos engendros, más con rectitud rompo y escupo sobre las cartas de cada restaurante hasta eliminar toda diversidad gastronómica que no sea spaghetti o salsa boloñesa.

LO TOCABA EL ABUELO

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