Conocí a este malandro en prisión. Éramos compañeros de celda. Aprendí muchas cosas de él y le estoy muy agradecido hasta el día de hoy. En los intervalos de trabajo voluntario que hacíamos para aligerar nuestra condena, me enseñó latín, lógica, historia romana y las artes. Hoy debo gran parte de mi erudición a este noble pícaro. Lo único que lamento de mi tiempo en la cárcel es no haberlo ayudado durante su coerción sexual. Los demás presos se aprovecharon de su fragilidad e inocencia para obligarlo a hacer cosas que antes hacía por elección. Pero en fin, eso es agua bajo el puente... Me alegra ver que has superado toda esa violencia y te has encontrado aquí a vapor... Un abrazo y deja estos recuerdos atrás.