Инсталирайте Steam
вход
|
език
Опростен китайски (简体中文)
Традиционен китайски (繁體中文)
Японски (日本語)
Корейски (한국어)
Тайландски (ไทย)
Чешки (Čeština)
Датски (Dansk)
Немски (Deutsch)
Английски (English)
Испански — Испания (Español — España)
Испански — Латинска Америка (Español — Latinoamérica)
Гръцки (Ελληνικά)
Френски (Français)
Италиански (Italiano)
Индонезийски (Bahasa Indonesia)
Унгарски (Magyar)
Холандски (Nederlands)
Норвежки (Norsk)
Полски (Polski)
Португалски (Português)
Бразилски португалски (Português — Brasil)
Румънски (Română)
Руски (Русский)
Финландски (Suomi)
Шведски (Svenska)
Турски (Türkçe)
Виетнамски (Tiếng Việt)
Украински (Українська)
Докладване на проблем с превода
Una noche a 24 grados, disponía a dormir como fui traída al mundo, solo el colchón y yo, ni siquiera una mísera sábana por encima. Cuando ya estaba pensando en la última tendencia en 47 Street, empiezo a notar un ligero picor por la zona de la pocha. No era nada nuevo en mi vida, las mujeres prácticamente nos pasamos el día rascándonos en esa zona, pero cuando me dispongo a hacer la rascada que suponga el último paso a dormir, me doy cuenta de que al rascar el picor no se va, lo único que hace es acrecentarse.
Ante la confusión y la desesperación, un mosquito decide tocar la quinta sinfonía de Beethoven en mi oído, confirmando mis sospechas. Había sido víctima de un atentado.
Toda la confianza se ha roto, mi puerta al paraíso había sido vandalizada. mi Polonia había sido invadida. No tengo más opción, he declarado la guerra hacia los mosquitos, no tendré piedad