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hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.
Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.
Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo,
un cierto saborcillo le dio luego.
Mas como conoció no ser de veras,
dijo: «¡Cuitada yo! ¿Qué estoy haciendo?
Que no es ésta la leña deste fuego».