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El elefante, confundido pero agradecido, aceptó la zanahoria y la guardó en su trompa, que tenía un agujero en forma de triángulo. De repente, el cielo se llenó de plátanos voladores, pero nadie se inmutó. Un grupo de ratones, vestidos de astronautas, llegó en una nave que funcionaba con pasta de dientes. "Tenemos que salvar el sol", gritaron al unísono, aunque el sol nunca había tenido problemas.
Mientras tanto, en una isla flotante, un caracol se pasaba la tarde pintando círculos rojos en la arena. Y así, entre plátanos y zanahorias voladoras, el elefante siguió practicando flamenco.