El juego da una sensación extraña en lo diplomático y lo militar. En ambos casos, uno parece jugando solo, cuando otra potencia se mete en tu jugada diplomática dices: Wow, tengo un problema serio aquí, pero el juego te da nulas interacciones realmente efectivas para lidiar con estos problemas, menos con países pequeños de Asia o de Latinoamérica. Entonces, la guerra se vuelve un problema irresoluble en lo diplomático. En lo militar es lo mismo. Aunque tengas mejor calidad, más allá de dar órdenes genéricas a generales con habilidades que no se reflejan mucho en el campo de batalla, tienes las de perder; la razón de esto es la ausencia de microgestión. Tanto la guerra como la diplomacia son el lado débil de este juego. Pienso en el Europa Universalis IV o en el Stellaris, en comparación, el Victoria 3 no da nada de juego diplomático. En el Imperator pasa lo mismo con lo diplomático (no con lo militar, en absoluto). Las flotas tienen algo de micro-gestión, pero lo naval, exceptuando el HoI IV, nunca ha sido la fortaleza de estos juegos de Paradox.

El juego se reduce a su sistema de comercio y su sistema de leyes. Estos sí son ampliamente superiores a los juegos anteriormente mencionados. Sobre todo el sistema de comercio, pero no deja de ser una mecánica algo gastada de construir cierta cantidad de edificios en cadena para producir herramientas o acero. Ser exportador de vino, de armas o de tela da lo mismo. Un exportador de armas no tiene el poder que realmente tiene un exportador de armas. Las rutas comerciales pueden cambiar de la noche a la mañana y el juego, simplemente, va aumentando o disminuyendo el volumen de tus transacciones comerciales. No hay un reto logístico real al pasar de venderle azúcar a Estados Unidos a Austria. La dinámica de las compañías es interesante, pero carece de profundidad. Son modificadores genéricos que se consiguen solo cumpliendo una meta de productividad; no te piden iniciar una guerra o subtramas que aviven tu partida.

El sistema de leyes me parece lo mejor del juego. Que los terratenientes o los burgueses se rebelen por querer prohibir la esclavitud es bastante inmersivo, tienes que lidiar con los sectores conservadores de la sociedad. Sin embargo, saber quién o qué región es de tal o cual sector es poco intuitivo. Las gráficas sobre las poblaciones en las pestañas de las regiones son poco amigables y legibles para jugadores con poca familiaridad en esto de leer gráficas demográficas. Entonces, saber a quién o a qué región estás disgustando se vuelve bastante difícil.

Y sobre la identidad de las naciones, el gameplay es bastante genérico, así las cosas, no se siente un cambio muy sustancial, más allá de la dificultad para construir o conquistar, de jugar con un latinoamericano, con un europeo o con un asiático. Los eventos no son muy llamativos tampoco, en el caso de La Gran Colombia, que es una recomendación de país, más allá de atacar a Bolivia en el inicio o intentar formar la Confederación de los Andes, el cambio de Nueva Granada a La Gran Colombia se reduce a más prestigio y un nuevo color. Modificadores como el ataque de la unidades o la identidad cultural son inexistentes. Todo se centra en qué puesto de las potencias estás entre un montón de países con cualidades muy similares, que solo difieren en cosas como si producen seda, si producen oro o si producen algún otro recurso natural. Casi que el juego se reduce en una competencia cuantitativa de quién tiene más productividad y más ejército.

Por estos cuatro análisis que doy sobre el estado de la diplomacia y la guerra, el comercio y el sistema de leyes, mi recomendación es no comprarlo actualmente.