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Que no te engañe la estética, una vez superás esa primera impresión este juego es droga pura. Desde el momento en el que entendés un poco más cómo va y lográs sobrevivir una cantidad de tiempo considerable, pasa a ser cuesta abajo y sin frenos, no podés parar de querer jugar otra run más.

Y otra.

Y otra.

Y una más.

Un día te despertás, prendés tu pc como todos los días y decidís descargar Destiny, por la razón que sea. Quizás lo viste en la tienda y te resultó interesante, quizás algún amigo ya jugaba y te lo recomendó, quizás escuchaste hablar de él en algún lado; al final, lo que importa es que para ese momento ya clickeaste en el botón y el juego comenzó a ocupar lentamente tu disco duro.
Una vez que la descarga termina, llega la hora en la que decidís probarlo. Al principio te molesta lo mucho que tarda en cargar, pero la música de fondo te parece muy buena y, al fin y al cabo, no descargaste más de 90GB sólo para no probarlo, así que decidís esperar. Y esperar. Y seguir esperando.
Finalmente el juego abre, y se te presenta una pantalla que, si no sabías absolutamente nada del juego, quizás no te esperabas. Creás tu personaje, aún sin tener mucha idea sobre qué tanto se diferencian las clases, qué demonios es un exo ni por qué ese otro tipo es azul. Como en cualquier creador de personajes, pasás un buen rato asegurándote de que quede lo suficientemente bien puesto que al fin y al cabo vas a tener que jugar con esa cara muchas horas, aunque la personalización es algo acotada así que no te toma demasiado tampoco. Se te presenta una pantalla en blanco y comienza la misión introductoria.
Seguís sin entender nada, una cosa blanca te está hablando de que fuiste revivido hace cinco segundos y te está hablando de lugares que no conocés y enemigos que no tenés idea qué son, pero al no haber más remedio hacés lo que te dice. Te agrada el escenario, y cuando llega la hora de disparar te das cuenta de que las mecánicas se sienten bastante bien y que dispararle a bichos espaciales puede llegar a ser divertido. Momentos después te das cuenta de que combatir a esos mismos bichos con magia espacial es todavía más divertido, por lo que te motivás un poco. Terminás la misión y ves las cinemáticas, todavía sin entender mucho de lo que te están hablando.
Acá es donde entendés todavía menos. Aparecés en una torre altísima con una pelota blanca gigante enfrente tuyo con doscientas misiones en tu inventario las cuales no sabés por dónde empezar a completar. Hablás con X. Hablás con Y. Hablás con Z, con N y con A. Seguís sin entender mucho.
Aterrizás en cualquier planeta y de a poco empezás a ver más o menos cómo va la cosa. Hacés un par de cosas por acá, otro par de cosas por allá y ves que de a poco se van llenando los cuadraditos de las misiones que te soltaron antes. Seguís sin saber qué es una aventura a menos que te topes con una, seguís sin saber cómo completar esa misión que te pide que reclames un triunfo y seguís también sin saber que se puede cambiar entre las tres clases del juego, aunque sea algo esencial, porque nunca se dignaron en darte un buen tutorial. Seguís sin saber que podés recolectar y jugar las campañas viejas a menos que hayas explorado o alguien te haya dicho.
Esto te molesta, pero repito: disparar es divertido, así que decidís seguir jugando. "¿Qué es lo peor que puede pasar? Total no tengo nada mejor que hacer. Probablemente me aburra y lo deje, total es F2P", te decís internamente.
De a poco comenzás a meterte más en el juego, y la historia te parece interesante. Empezás a diferenciar entre las facciones enemigas y a conocer cada tipo de enemigo que enfrentás y sus diferencias. Completás asaltos, campañas, patrullas hasta el infinito. Sentís la satisfacción de tu primera exótica, de matar a un jefe que se resistía, encontrás a Xûr sea por casualidad o porque lo leíste en algún lado. Hacés tu primera incursión y te divertís muchísimo con las mecánicas y los puzzles. Sentís una adrenalina increíble cuando al fin derrotan al jefe.
Sin darte cuenta, comenzás a pasar más tiempo en el juego. Abandonás responsabilidades, amistades y hasta a tu familia. Ignorás necesidades básicas como comer o dormir. Descuidás tu higiene, perdés materias, perdés trabajos. Ya no recordás cómo se sentía estar al sol. Ya no recordás cómo se sentía el aire fresco. Te encerrás cada vez más y más, te recluís en tu computadora mientras perseguís ese drop exótico que no quiere salir. Pasás los 40.000 puntos de triunfo. Comenzás a leer e investigar sobre el lore, empapándote con el universo y sus diferentes historias. Jugás casi 500 horas. El juego comienza a consumirte por completo, no jugás otra cosa ni podés parar aunque ya no sepas qué hacer y te aburra estar jugando. Te hundís en una profunda depresión, en la que dispararle a bichos ficticios es tu única escapatoria. Ya no sabés cómo seguir, te das cuenta de que la situación no da para más y te percatás de que tenés que parar. Tomás la fuerza suficiente para abandonar el juego, que ya te había quitado todo lo que era tuyo.
Luego te enterás que en un mes y medio sale la nueva expansión. Quizás no hace mal grindear un poco, esta vez lo vas a poder controlar. Quizás esta nueva expansión es muy divertida, quizás te perdés de mucho si no estás preparado para cuando llegue. Abrís el juego de nuevo con decisión: vas a llegar al límite de poder, jugar de forma acotada y hacerlo sólo cuando te divierta y tengas tiempo.
Mirás el reloj. Pasaron 16hs desde que empezaste la sesión. Dormís dos horas esa noche, y al otro día te levantás exclusivamente para repetir el ciclo. Ya no existís realmente: te fusionaste con el juego y ahora son un ser indivisible e indistinguible uno del otro. Vivís para jugar y el juego te da vida. El grindeo se convierte en tu forma de subsistir. No te queda ninguna ambición más que esperar a la siguiente expansión.

Es un muy buen juego, a decir verdad