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La pantalla apenas responde, para soltar una carta hay que tocar hasta tres veces... y aun así, él juega con una sonrisa.
Me dio algo de pena al principio, pero luego entendí que sus ganas son más fuertes que cualquier pantalla rota.
Me dijo que incluso en el trabajo se da un espacio para jugar. Que es su pasatiempo, su manera de desestresarse. Que así desconecta un rato del mundo.
Y ahí entendí algo:
A veces no se trata del mejor celular, ni de la mejor conexión… se trata de lo que un simple juego puede hacer por una persona.
A veces un juego no es solo un juego. A veces es ese pequeño respiro que te mantiene en pie.
Y eso… se respeta mucho.